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El mago de Oz RSanchezG 2020

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PABLO NERUDA EN CUZCO 1943

R odolfo Sánchez Garrafa   Corría el año de 1943. Era octubre y entraba la primavera en esta parte del mundo. Tremendos sucesos que cambiarían el curso de la historia universal se habían suscitado ya, para entonces, en el marco de la Segunda Guerra Mundial: La victoria de los EE.UU de Norteamérica sobre los japoneses en la larga batalla de Guadalcanal; la destrucción del Afrika korps en Túnez; la batalla de Kursk u Operación Ciudadela, el mayor enfrentamiento de tanques en todos los tiempos, con el triunfo de los soviéticos en algo más de mes y medio de lucha; la Operación Husky, como se denominó al desembarco de tropas británicas y estadounidenses en la isla de Sicilia con su consecuente ocupación en poco más de un mes. En estas circunstancias globales, el ya famoso poeta chileno Pablo Neruda, 1  hasta entonces diplomático de su país, al que representara desde 1927 en Asia y Europa, volvía a Chile dejando su cargo de Cónsul General en México. El itinerario de retorno esta

José Watanabe Varas. A propósito de su poema «El nieto»

Rodolfo Sánchez Garrafa Conocí a Pepe Watanabe en los años 70, ambos trabajábamos en el Instituto Nacional de Investigaciones y Desarrollo de la Educación – INIDE, un organismo creado bajo el halo del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas conducido por el General Juan Velasco Alvarado. En el INIDE alternábamos de diversas maneras con intelectuales destacados en diversos campos, siendo ilustrativo señalar en aquel momento a Mauricio San Martín, Raúl Gonzalez Moreyra, José Carlos Fajardo Torres, Luis Piscoya Hermoza; en el área de las letras y el arte era visible la presencia de Carlos Germán Belli, Raúl Vargas Vega, Jesús Ruiz Durand, Danilo Sánchez Lihón, Augusto Higa Hoshiro, Nilo Espinoza Haro, Nobuko Tadokoro, Juan Cristóbal, Lorenzo Osores, Víctor Escalante, entre otros. Una pléyade de personajes sin duda. Sabemos que José Watanabe nació en Laredo, un pequeño pueblo al este de Trujillo, en 1945. Sus padres: Paula Varas Soto, peruana, de origen serrano y Harumi

HOMERO ALCALDE CABANILLAS EN SUS LABERINTOS DE MAGO*

I ván Loyola** Conocí a Homero en los lejanos ochenta, cuando en la antigua cantina Cordano, frente a Palacio de Gobierno, soñábamos con la vida del escritor. La vida nos llevó por distintos rumbos, pero nos volvimos a encontrar el año 2,000 en París, donde Homero tenía ya casi dos décadas y recién había publicado su primer poemario, Memoria de Espejos. Nos reencontramos el 2002 también en la ciudad más bella de Europa (no digo del mundo porque llevo a Buenos Aires atravesada en el cuore) y de allí fue un largo hiato hasta volvernos a ver, ya en Perú, vueltos ambos de nuestras peripecias allende los mares (yo viví casi 17 años entre muertos y heridos entre Vancouver y Alaska) y Homero se había ya apuntado su segunda obra, Reydiví. Yendo al libro, el epígrafe resume el espíritu del trabajo: la iniciación del ser en una nueva etapa de la vida, un descubrimiento interior, que, análogo a los ritos de iniciación, el coming of age, dan paso a la exploración de un nuevo yo. Alcalde escoge bie