Iván Loyola**
Conocí a Homero en los lejanos ochenta, cuando en la antigua cantina Cordano, frente a Palacio de Gobierno, soñábamos con la vida del escritor. La vida nos llevó por distintos rumbos, pero nos volvimos a encontrar el año 2,000 en París, donde Homero tenía ya casi dos décadas y recién había publicado su primer poemario, Memoria de Espejos. Nos reencontramos el 2002 también en la ciudad más bella de Europa (no digo del mundo porque llevo a Buenos Aires atravesada en el cuore) y de allí fue un largo hiato hasta volvernos a ver, ya en Perú, vueltos ambos de nuestras peripecias allende los mares (yo viví casi 17 años entre muertos y heridos entre Vancouver y Alaska) y Homero se había ya apuntado su segunda obra, Reydiví.
Yendo al libro, el epígrafe resume el espíritu del trabajo: la iniciación del ser en una nueva etapa de la vida, un descubrimiento interior, que, análogo a los ritos de iniciación, el coming of age, dan paso a la exploración de un nuevo yo. Alcalde escoge bien este fragmento que dice mucho sobre su propio estadio de evolución personal:
“Llegará un día, en que te darás cuenta que todo el universo vive dentro de ti. Y entonces serás un mago. Sin embargo, como mago no vives en el mundo, porque el mundo vive dentro de ti”
Esta nueva colección de poemas de Alcalde es una proclama de esencia budista, que se expresa transparente en varios poemas. La libertad es un tema central del trabajo, pero la libertad entendida como el desligarse de las cadenas del ego, del attachment –el apego- que tantas veces se confunde con amor, a la existencia terrenal. La madurez de Alcalde es la que define este poemario. El ser se explora a sí mismo durante su existencia, pero en la juventud, el vértigo de sensaciones y placeres acortan la vista, y en la madurez primera hay un apego y nostalgia por el divino tesoro que se percibe como alejándose, por lo que el acto de escudriñarse a uno mismo sigue torpe, irresoluto. Es en la madurez media en la que, libre –hasta cierto punto- de las exigencias de la carne y el ego, uno puede detenerse y mirar hacia atrás, comprender de qué está hecho ese pasado y en qué consiste existir. Y si uno no logra establecer una paz con esa evaluación, el resultado será penoso. Alcalde ha optado por el otro camino, como decía el Buddah: la vida es dolorosa. Sí, la vida es dolorosa, pero al aceptar esta realidad se deshace uno, de esa ansiedad y sufrimiento. Y rezuman sus letras también aquella otra verdad oriental: Nada permanece, como consigna el verso que abre el conjunto:
“En el hablar de cotidiano de risueñas bocas / aprendí a usar un nombre / que memoricé para ser parte de su estirpe y su parcela / ¡yo que de la nada vengo y a la nada voy!”
En página 11
Otra veta que atraviesa el libro, y que se relaciona a las disquisiciones existenciales mencionadas, es la de la aceptación. Aceptar que la vida es y viene como llega y que más allá de vicios y virtudes, está aquello más hondo, que no escucha ni atiende al ego, ni a las vicisitudes ni a las ilusiones del placer o del amor: what-it-is, lo que es, realidad última, que nada es nuestro, ni siquiera nuestra existencia:
“Desde entonces se ha humanizado en mis huesos la tristeza / enseñándome a reconocer el rostro más ardiente / que con voraz premura me calcine / y me transforme en el terco / preguntón de etéreas esquinas / aquel que aún espera que alguien le conteste: / ¿quién ha hurtado su nombre, su casa, su epitafio?”
En página 11
Abundan también las reflexiones sobre el amor como objeto de posesión, que tantas veces se confunde con el genuino, desinteresado, desapegado sentimiento y en este camino Alcalde examina en versos la idea que a todos en algún momento nos ha afligido, de que el mundo –los otros- no existen en sí mismos sino como proyección nuestra, pero desecha luego el solipsismo por la solidaridad con los otros que, como nosotros, transitan esta pálida y dura senda:
“Miro el andar de personas que entrecruzo y algo me dice / que el resplandor de sus ojos guarda parentesco con mi alma. No los he visto nacer ni tampoco asistiré a su despedida / pero algo definitivo me hermana con la música de sus silencios”
En página 15
Es este poemario como una reflexión sobre el recorrido existencial de la persona Alcalde, y tiene secciones temáticas bien definidas, aunque haya una continuidad en el estilo. Los poemas dedicados al hijo que viene –Leonardo- y al padre que se va, Julio César, definen una divisoria, un antes y un después, trasuntan el descubrimiento de una libertad que es más auténtica de la del que puede hacer lo que venga en gana, la paternidad, el momento en el cual nuestro ego deja de ser lo más importante para ser reemplazado por la progenie:
“Te conocí cuando mi asombrada mano…Perdido en el frondoso bosque de mis miedos / enzarzado por excitantes emociones y deseos / descubrí que la libertad no estaba lejos de mis ojos / sino detrás de mis cobardes miedos… / Y para confirmarla llegaste tú corporizado / como raigal fruto de primordiales estaciones / que a la vida gobierna y a la muerte ignora / porque eres el árbol que entre nubes sueña / y en el centro de la tierra habita / ¡Hijo/amigo, Bienvenido seas!”
En página 23
Los sentimientos de la llegada del hijo y la partida del padre generan cuestionamientos sobre lo que es en realidad el paso por la vida, lo que es el ser y estar, el ser formal y el ser real y la tremenda importancia, la sumísima importancia del AHORA como única experiencia válida del estar de paso:
“Definitivamente este no será el último verano sobre la faz de la tierra / ni tampoco desaparecerán las estaciones, Eston son los irrepetibles primeros días del año / estas las últimas e irremplazables noches de mi vida / …… Todo se vuelve nada en el fluir del tiempo / todo nace desde la muerte / todo muere desde la vida
En página 24
Tomaría un largo andar el escudriñar cada poema porque todos están cargados de una sabiduría que el mago ha podido recoger en sus viajes al Hanan Pacha en unos casos y al Uccu Pacha en otros. No haré aquí, e invito al amable lector a imitar mis pasos y sumergirse en estos mágicos versos que nos ha regalado Alcalde. Y al autor invito –conmino- a que nos brinde más aciertos, más de esta filosofía convertida en poemas. A él y a vosotros les digo, que he usado una de mis irremplazables noches, escribiendo esta reseña. Y no pude escoger mejor manera de vivir este trocito de mi vida.
La Merced, Chanchamayo, Julio 11 de 2021.
Iván Loyola, autor del artículo.
*Homero Alcalde Cabanillas (Matara-Cajamarca). Escritor, periodista autónomo. Ha residido en París desde 1985 hasta el 2002. Tiene publicados poemas y artículos periodísticos en diversas revistas de Perú, España y Francia. Figura en una antología bilingüe, Poésie peruvienne du XX siècle. Ha escrito: Memoria de espejos (1997), Laberintos del mago (2002), y REIDIVI (2002).
**Iván Loyola Velarde (Rímac-Lima 1961). Escritor, viajero del mundo, se autodefine como un "mil oficios". Formado en ciencias y administración, ha vivido por 17 años en Canadá y, en la actualidad, está afincado en el extremo sur de Chorrillos-Lima. Ha publicado un libro de cuentos: sus artículos, relacionados a los vinos y a los recursos pesqueros, han sido publicados en Perú, Canadá y Argentina. Es autor de dos libros de cuentos, un poemario y una novela, todos inéditos. Entre sus principales distinciones se halla haber sido Ganador del COPE Bronce 2010 y finalista del premio Juan Rulfo Radio France International 2009.
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