Rodolfo Sánchez garrafa
Un artículo aparecido hace dos años en el
Periódico de Poesía de CulturaUNAM,
que compartí en Fb, motivó que
decidiese volver a poner sobre el tapete la pregunta ¿Para qué ser poeta en
estos tiempos de miseria? Su formulación bien podría empezar, de manera más
simple, como ¿Para qué ser poeta en cualquier tiempo? En este sentido, hice
alusión a alguien que escribe como El
tonto poeta. El caso es que uno de los comentarios que recibí en la página,
con frases aparentemente obvias, tuvo para mí un carácter detonante; mi amigo
Max Aguirre C. respondió: “El ciudadano que escribió ‘El tonto que quiso ser
poeta’ cayó en un imposible existencial, pues quiso confirmar –como anotaba
Unamuno– que un idiota quiera ser inteligente. Porque para querer ser
inteligente previamente tiene que ser inteligente o, por lo menos, tener
conciencia de haberlo sido. Recíprocamente, el tonto JAMÁS PUEDE QUERER SER POETA, pues, no
entiende qué es un poeta, y quien pretenda convertirlo en un poeta es un necio.
El poeta es una conjunción rarísima entre inteligencia y sensibilidad estética.”
Mi réplica fue que la denominación El tonto poeta, tomada como seudónimo
por un columnista que escribe sobre poesía, revela un tono irónico o si se
quiere sarcástico, respecto a quien así lo piense. Esto viene a propósito de
los tiempos de miseria (material, moral y espiritual) que al parecer vivimos
actualmente de manera acentuada. Una primera impresión es que los poetas, en
situaciones como la presente, tienen más que justificada su presencia, esto si
se requiriese alguna justificación, cosa que yo no creo. Si alguien es tonto,
es lo que es, aunque pretenda ser poeta. No obstante, querer ser poeta está
dentro de los deseos más humanos, para cualquiera que sea capaz de desearlo con
todas sus implicancias.
Fue entonces que puse en marcha la idea de
efectuar una especie de encuesta entre diez poetas peruanos de este tiempo, con
los cuales mantengo algún tipo de contacto. Entre ellos podrán encontrar
nombres ampliamente conocidos y otros no tanto, pero yo soy de los que no se
limitan a lamentar la invisibilidad sino a enfrentarla en los hechos, así que
aquí, como en otros espacios, el quehacer poético es el que nos vincula y, por
lo tanto, la búsqueda de la belleza mediante la palabra imbuida de valores. No
todos los invitados, mujeres y varones poetas que en principio aceptaron,
atendieron el requerimiento y tuve que ver cómo remediar tal renuencia. Están
en su derecho y nada diré al respecto.
Entro en materia. Uno de los laureados poetas
peruanos de la generación del 60, don Emilio Adolfo Westphalen, se pronunció
sobre el asunto que nos interesa, lo hizo en el “Encuentro con la Poesía Hispanoamericana”,
realizado en Lima en junio de 1994 (El texto me ha sido proporcionado por el
poeta José Beltrán, cuya nobleza y desinteresada contribución agradezco). Entre
otras reflexiones, en aquella oportunidad Westphalen dijo lo siguiente:
“(...) me
desaliento con frecuencia; recuerdo la angustiada pregunta de Hölderlin en uno
de sus poemas, "¿para qué poetas en tiempos de miseria?" ¿No habrá
esperanza? Tal vez la reacción más sana sea la actitud de las víctimas del
Terror durante la Revolución Francesa. Mientras esperaban turno para ser
conducidas a la guillotina se despreocupaban de la amenaza como si no les
atañera en absoluto. Hacían en lo posible su vida ordinaria, escribir cartas o
versos, enamorarse u odiarse, no mirar para atrás ni para adelante, vivir día a
día en la plenitud del presente. Puede que alguno de vosotros me ofrezcáis
soluciones más esperanzadas y menos estoicas. Yo me atengo a la sabia propuesta
de los organizadores de este Encuentro. Todavía existe la buena poesía, juntémonos
a su alrededor y oigamos lo que nos dice. El volcán ruge, mientras ruja tenemos
tiempo para la danza, el canto, la poesía, si viene la lava nos cogerá en
nuestro mejor momento”.
Así pues, la pregunta no es en absoluto nueva, se
remonta al menos al siglo XVIII o principios del XIX con Friedrich Hölderlin;
asimismo, es de verse que la poesía ha sido vista como una solución que permite
confrontar, cuando no superar, los problemas humanos circunstanciales y
existenciales. Puntualizo que los poetas cuyas opiniones he reunido tuvieron
como única recomendación responder en uno o dos párrafos como máximo. Los
considero a todos pensadores sesudos y poseedores de la experiencia vital que
nos permite esperar ideas esclarecedoras, desde dentro de la marea que es la
cotidianidad en nuestro tiempo. Prestemos atención a las reflexiones que
siguen:
1. “En este tiempo
revelador de las miserias del género humano, ser poeta, constituye la
afirmación sólida de la vida, pues en palabras del poeta norteamericano
Langston Hughes, uno ‘Sueña con un mundo en el que los hombres / no escarnezcan
a otros hombres; / donde el amor bendiga a la tierra / y la paz adore sus
sendas’.
Cierto, el
poeta se torna más vigoroso, amalgama todas las posibilidades expresivas, para
llegar a la revelación verbal y sus manantiales internos, que iluminan la fe
inquebrantable por la redención del hombre, inaugurando nuevas estaciones,
fijando la mirada en el calendario de la historia, que reinterpreta a sus
héroes míticos o aquel que se transforma en el espíritu de la palabra, para
articular su optimismo desde una visión descubridora de su propia identidad. En
esa perspectiva, el poeta hacedor de la belleza, se convierte, en la esencia
misma de una nueva realidad, pues alienta y construye desde su dominio, el
edificio del futuro, como si fuera un espacio revitalizado, donde los temas de
la familia, de la sociedad y la naturaleza, se plasmen a manera de un prisma de
esperanzas, cuyas aristas apuntan en distintas direcciones de la experiencia
humana.”
Carlos Zúñiga
Segura
2. “PIENSO que es falso que vivamos
en tiempos de miseria; es decir, mi opinión es que estos tiempos son tan
miserables como cualquier otro de la historia de la humanidad. Así como también
pienso que son tiempos de esperanza, igual a todos los tiempos que en la
historia humana han sido. Para mí, todo tiempo humano es miserable y es
esperanzador, simultáneamente, porque creo que esa es la condición de nuestra
existencia. Una vez comprendido esto, pienso que la poesía es una expresión
honda y profundamente personal. En este sentido –creo– no tiene nada que ver
con el tiempo que se viva, en cualquier momento histórico que –como acabo de
exponer– es al mismo tiempo miserable y esperanzador; es decir, la obra de un
poeta está traspasada –sin duda– de la experiencia histórica que rodea la vida
del creador pero es algo que está enhebrado en el lenguaje de la poesía, ya sea
tocando su historia personal o la historia social o ninguna de las dos.
Lo que quiero
decir es que la floración de la poesía es un misterio absoluto. Carece de
sentido –sinceramente– preguntarse cómo o porqué se escribe poesía en estos
tiempos o cualesquiera otros. La poesía aparece sola –sin explicación alguna–
en la sensibilidad de una persona. Dicha persona escribe el poema y ya está.
Muchos poetas y/o estudiosos del tema han sostenido que la poesía es el único
comentario válido frente la existencia. Quizá sí. Quizá no. Lo concreto es que
mientras haya vida humana sobre la Tierra, habrá poesía; de esto no me cabe la
menor duda.”
roger
santiváñez
[Orillas del río Cooper, sur de Nueva
Jersey, abril de 2020]
3. “¿Para qué escribir poesía en la actualidad? Tendría que
empezar por decir que la poesía constituye una necesidad básica para quienes
profesamos su ejercicio. Y lo mismo se puede afirmar del resto de las artes y
de sus respectivos devotos. Si tomamos en cuenta que la poesía ha obsesionado
al ser humano desde los albores de la civilización, acaso desde que adquirimos
la facultad del lenguaje, entonces es ineludible concluir que no se trata de
una actividad o de una actitud vital pasajera. Como es bien sabido, el ser
poeta conlleva una búsqueda permanente de nuevos caminos a través del trabajo
del lenguaje y de la trascendencia. En tal sentido, en esta época tan difícil
que nos toca vivir, en estas circunstancias tan dramáticas, nuestra vocación
poética tiene que reforzarse aún más si recordamos que la producción poética se
caracteriza, precisamente, por sostener una interacción permanente entre la
realidad que nos rodea y el proceso de poetización. Se poetiza la realidad, la
realidad de cada uno, aunque cada uno tengamos nuestra propia y tal vez única
realidad. En este contexto, debo decir que es imposible prescindir de la poesía
así como tampoco podemos ignorar la realidad actual. Será un truismo, pero
conviene recordarlo: la poesía constituye una de las facetas más humanas de
nuestra realidad. Y jamás podemos permitir que disminuya nuestra humanidad.
Estoy convencido
que, incluso en las mejores circunstancias, habrá algunos a quienes la poesía o
el arte en general no les interese en absoluto. Pero, para tales personas, no
se escriben los poemas. De manera similar, para algunos, entre los que me
incluyo desde luego, aun en las peores circunstancias necesitaremos acceder a
los poemas y a lo poético. Por ello, nuestro trabajo jamás se detiene. Y,
cuando ya no estemos, habrá otros que mantengan por siempre el verbo despierto.
Finalmente, el poetizar y el leer poesía nos brinda esperanza, nos mantiene
vivos, nos abre las puertas hacia la intimidad de otros poetas, y disipa, al
menos por algunos instantes, la ubicua sombra de la muerte.”
Grover González
Gallardo
4. “Para responder
a la pregunta planteada podemos recordar a Dilthey cuando decía que la base de
toda verdadera poesía es la vivencia, la experiencia viva, lo que se mueve
luego en la mente, en el corazón, en la psique del poeta.
Mi maestro
Eliseo Diego me decía que el poeta está siempre atento, a veces dolorosamente,
a cada grande o minúsculo acontecer, a la realidad y al sueño que también es
real, a la gloria y a la tragedia humanas. El deber de todo poeta es nombrar
las cosas.”
Luis La Hoz
Valle
5. “En tiempos de
miseria, (espiritual, se entiende), se debe ser más poeta que nunca,
precisamente para no ser cómplices ni víctimas de esa miseria.” En una entrevista ya publicada, la poeta expresó: “La gente en un mundo que al parecer se deshumaniza cada día, necesita escuchar poesía, necesita oír o leer construcciones de palabras que a través de la belleza expresiva, de símbolos e imágenes que trasciendan el quehacer cotidiano, inviten a la reflexión y, a través de la poesía, a explorar lo intrincado de nuestra psique, estableciendo vínculos de comunicación entre los seres humanos. Porque la poesía, en lo esencial, es comunicación.”
6.
“Creo que la poesía no puede parar, al contrario, es
motivo de expresión fina. En tiempos difíciles, la poesía se refresca y se
contagia para dar lugar a un llamado por la vida. Ahí está pura y vigente, con
su andar de alegría y llanto. Sí, la poesía.
¿Para
que ser poeta en tiempos de miseria? para seguir expresando en el arte poético
nuestro sentir y nuestro pensar en delicados versos que toman un momento de
miseria y lo pueden tornar en un momento de luz. Las tinieblas dan como
resultado la esperanza, la primavera. También pueden surgir versos duros o
malditos, la expresión del hombre camina sin chistar en el arte poético. El
poeta tiene que serlo y punto, la poesía se manifiesta en cualquier momento, cuando
la inspiración llega.”
Julia
del Prado
7.
“Parece mentira, pero, sí, en pleno siglo XXI todavía hay
quienes creen que los poetas son una especie distinta respecto de los demás
seres humanos. Y, peor, hay poetas que creen (y lo dicen sin arrugar el
entrecejo) que tal cosa es verdad. Que han sido hechos con una materia
"menos mundana". Y creen que las conversaciones de los poetas giran
solo alrededor de temas sublimes; que no pueden hablar de banalidades. Que son
una raza no solo distinta, sino superior, de carne divina. No, señores, no es
así. El poeta come o no come, según haya o no qué comer, duerme, defeca, ama,
odia; lee a Vallejo, a Lacan, a Joyce y Barthes, pero también lee la página
deportiva de Trome, los chistes de Condorito (que, como alguien con patriotismo
de caricatura, dijo: ‘¡no es peruano, no es peruano!’). Ah, y hay quienes
afirman con tono inquisidor que ‘los poetas deben leer’. ¿Un poeta está
obligado a leer? No, no está obligado a hacerlo; pero, claro, no hay duda que
leer le haría mucho bien. Un poeta habla, a veces, de cosas excelsas, pero
también de cojudeces. Sus pies caminan en el piso, de tierra, cemento o parquet
y no unos centímetros por encima; el poeta no levita. Puede vivir en La Molina
o en San Juan de Lurigancho, o en Huachocolpa. Puede vestir jeans o ternos
Barrington. Ser burócrata, obrero, bancario o vagabundo. Puede, si le da la
gana, vivir en modo ‘maldito’ o ‘subte’. Hay algunos poetas que caminan como
pavorreales, se creen la ‘divina pomada’, y los hay aquellos con delirio de
grandeza que en redes sociales o en cantinas se muestran como la reencarnación
de Dante Alighieri; otros, humilditos, parecen mendigar cariño o una palabra de
aliento. Los hay quienes no pierden la ocasión de tomarse una foto con
personajes famosos para luego decir que son sus ‘amigos’ y enseguida nos
cuentan historias que solo han vivido en su imaginación; esos son los poetas
mitómanos. Pueden alabar a Maduro o sufrir por el exilio de Evo Morales, o
maldecir a Donald Trump; incluso, pueden declarar su filiación (¿se acuerdan de
los ‘iconoclastas’ y ‘parricidas’ setenteros?) ‘marxista-leninista’, aunque de
comunismo no conozcan ni jota. Pueden escribir, dizque solo para ellos mismos
(porque ‘no les interesa la fama’), o estar buscando a quien pueda incluirlos
en una antología, o a quien les haga una reseña en un diario local; o quizás
sueñan con una condecoración (de las que ahora hay como cancha) y que les digan
‘poetas destacados’, o que alguna medio pintoresca asociación de poetas (con la
autoadjetivación de ‘mundial’) los nombre como ‘embajadores culturales’ de no
sé dónde y en no se sabe dónde.
Un
poeta puede ser rebelde o ser cortesano (como lo fue Li Tai Po); total, es su ‘rollo’,
¿no? Es que los poetas no son marcianos, son de aquicito nomás. Y son libres;
no hay una ‘sunafiliteraria’ que se encargue de supervisarlos, y de verificar
si han leído o no; tampoco tienen una ‘maestra Jimena’, como la de ‘Carrusel’,
que revise sus cuadernos y califique su caligrafía. ¿Sabe usted de qué
conversan los poetas en un bar de Quilca? ¿De metáforas, metonimias, axiología,
o acaso de física cuántica? ¡De nada de eso, chocheras! En el Facebook nos la
damos de ‘intelectuales’, y muchos ni siquiera sabemos dónde debe ir el punto y
coma, y escribimos ‘sobretodo’ donde debería ir ‘sobre todo’ y ‘la diploma’ en
vez de ‘el diploma’, y –alucinen– también encontrarán poetas que escriben cosas
como esta: ‘Ya estoy llendo a la casa’. ¿Somos seres especiales? ¡No! Somos
como son los zapateros, los mozos de cantina, los peloteros del barrio, los
parroquianos en el ‘Trocadero’. No estamos prohibidos de hablar de cosas
banales (y tampoco de escribir acerca de tales cosas); ninguna autoridad nos ha
entregado una “carta funcional”, para cumplirla al pie de la letra (¿a usted
sí?).”
Bernardo Rafael
Álvarez
8. “La pregunta se
responde en automático, por reflejo, si se tiene claro qué es poesía y qué
significa por lo tanto ser poeta. Precisamente porque sobrevivimos a un momento
de miseria, asolados por la pandemia, confinados en nuestras casas, expuestos a
la extinción, porque así de grave es esto; el poeta necesita no solo ser un
medio para la manifestación de la belleza, sino un guerrero, un hombre de
acción, un partero de luz, el responsable del nacimiento de lo que debe ser el
espíritu, la actitud que necesitamos para enfrentar la adversidad, para
aprehenderla, interpretarla y fortalecer al fin nuestros mecanismos de defensa.
Necesitamos
entender que somos los únicos capaces de derrotar estos momentos de miseria, el
Poeta en su sensibilidad tiene la herramienta para, con su palabra, entregarnos
el antídoto que nos hará inmunes a la oscuridad de esta época, a sus amenazas,
a la voracidad de la muerte que está hacinando crematorios y cementerios.
Hablábamos de recuperar el sentido épico del texto, de volver al poema como el
más honesto registro de la historia, decíamos que la lírica era el color al que
apelaban los románticos para conmover, para estremecernos; pues bien, la
historia nos ha puesto ahora, cara a cara, con una amenaza que nos estremece
planetariamente, para eso necesitamos ser poetas: para tomar al tiempo por las
astas y entregarlo como un acto de resistencia, como una obra épica.”
Harold Alva
9. “En tiempos de
muerte, la poesía me resucita la fe como al rey David que componía Salmos
cuando la muerte lo cercaba. En tiempos de encierro, la poesía me hace libre
como a Vallejo en la triste celda que le permitió a su alma correr a la tumba
de su madre. En mi caso, la poesía esperó que yo la despertase, su magia resultó en liberación y esperanza para el tiempo por venir.
En conclusión, la metafísica de la poesía me da lo que no he tenido en estos y otros tiempos de miseria. ”
Elsa de la Cruz
10. “No sé si la
adversidad de la vida hace crecer al poeta en dimensiones humanas. Creo que el
poeta se siente mejor cuando la vida es "muelle", por lo menos, es lo
que veo en la mayoría de las acciones de los poetas. Todos quieren la
consagración de lo social, de lo efímero, o el éxito de conseguir lo material
desplazando lo espiritual, en los tiempos de bonanza.
Cuando los
tiempos se vuelven míseros, creo que el verdadero poeta debe decir siempre su
verdad. Ser puntual. A nadie le gusta una situación "mísera". Palabra
muy amplia y dura, además. La miseria es algo difícil, hace la vida dura, muere
lo espontáneo. Lo peor de todo es la miseria humana. En lo personal, creo que
en tiempos míseros hay que luchar para cambiar esa triste realidad, lo que
Dickens llamó " en tiempos difíciles". Lo que queda es trabajar para
superar esa dura realidad.”
Armando Arteaga
A la culminación de esta jornada, vemos que nuestros
poetas participan de la idea arquetípica elaborada sobre el “poder de la
palabra”, aunque el sentido con que se ejerce tal poder sea puesto en cuestión.
De hecho, la palabra es considerada un input
que puede orientar la vida social en algún sentido, principalmente en el de la
liberación humana. El poeta debe decir siempre su verdad –nos dice Armando Arteaga–,
aunque en cierto modo, como lo señala W. Gombrowicz esa verdad se parezca a un
producto químico sometido a intensa depuración y al sacrificio de la
autenticidad y de la importancia de nuestra existencia. Carlos Zúñiga, por su
parte, destaca que el poeta amalgama todas las posibilidades expresivas, para
llegar a esa revelación verbal que ilumina la fe inquebrantable por la
redención del hombre, en lo que constituye una aseveración convencida, tanto
como para avergonzar cualquier duda por metódica que ella sea. Sin embargo, el
poeta es un hombre como cualquier otro, con todas sus limitaciones e inclinaciones
humanas, cual lo discute y enrostra nuestro amigo Bernardo Rafael Álvarez.
Ciertamente podemos convenir en que hay tiempos de
miseria y que, en cierto sentido, la miseria ha estado siempre presente. El Edén
resulta arquetipo de un tiempo perdido o edad metafísica, pero esta humanidad
encarnada, desde un principio ha experimentado realizaciones y miseria. Es ésta
la mirada llana y dura del poeta Roger Santiváñez, estamos en la tierra y, pisando
en ella, cabe reconocer que estos tiempos son tan miserables como cualquier
otro de la historia de la humanidad, pero también tiempos de esperanza semejantes
a los que en la historia humana han sido. El tiempo humano miserable y esperanzador
a la vez, convoca a los poetas a trabajar para superar la dura realidad (Arteaga),
a tomar al tiempo por las astas y entregarlo como un acto de resistencia (Alva),
extendiendo su llamado por la vida (Del Prado), a fin de no ser cómplices ni
víctimas de esa miseria como bien lo enuncia Marita Troiano.
Podríamos decir que en atención a esa dualidad de
lo real –conforme lo aprendiera Luis La Hoz– al poeta le es indispensable estar
atento al acontecer, a la historia, a los hechos, pero también a los anhelos y
utopías, tiene que ser capaz de nombrar las cosas y de soñar. Su mirada al
acontecer no puede ignorar la miseria, pero es claro que el poeta no es un ser
divino, démosle la razón en esto a Bernardo Álvarez; la poesía no surge por
milagro, hacer poesía tiene su costo, puede ser un quehacer placentero pero
también doloroso y, en veces, aparentemente banal, si fuese definitivamente
banal no sería poesía. Es que la realidad, nuestro país en concreto, es otro y
el mismo –como alguna vez dijo la poeta Virginia Benavides– y, en estos
tiempos, no es el del mapa sino el del cuarto de cuidados intensivos y
pronóstico reservado. En esta medida, hacer uso de la palabra es un acto de
guerrear, una contienda en la que -según Julia del Prado- las tinieblas pueden
parir a la esperanza; por eso, precisamente, Elsa de la Cruz siente que la poesía
brinda una suerte de oportunidad de resurrección y de libertad.
Poetizar, en tanto acto creativo, conlleva
conocimiento sensible, racional e intuitivo, al mismo tiempo respuesta
emocional y afectiva ante la experiencia total. De aquí desprende Harold Alva su
convencimiento sobre el rol de la sensibilidad en el ejercicio de la palabra,
antídoto frente a la oscuridad y sus voraces agentes, que no paran de hacinar crematorios
y cementerios con evidente complacencia. Cabe, entonces, recordar cuantas veces
sea necesario –como lo reclama el poeta Grover González– que el uso del lenguaje
poético continúa sirviendo para preservar lo más noble de nuestra humanidad. Hacer poesía puede ser una manera de estar solo, aun así siempre será para preguntarse por uno mismo y, en consecuencia, por los otros.
En último minuto me llega una contribución de Virginia Benavides que no puedo dejar de consignar: “No creo que la labor del poeta tenga un resultado
práctico o necesario, en términos de resolver una realidad de carencia o
dificultad y hacer más amable la existencia. El ser poeta ¿equivale a ser el
salvador del mundo o el que acabará con
la penuria existente escribiendo sus poemas?
¿Ayudarán los poemas a erradicar el hambre? Más acertado parece
preguntarse ¿por qué ser poeta en estos tiempos, en los que sí hay penuria,
pero también ocurrencias maravillosas como la tierra que renace sin humanos ni
contaminación? ¿Por qué perder el tiempo escribiendo poemas y no, digamos,
preocuparnos en tener al día las cuentas? Una respuesta cercana sería: porque
ahora más que nunca la creatividad debe mostrarse frente al capitalismo y el
orden material y salvaje en que la sociedad ha funcionado. El retorno a la
comunidad, el compartir, el establecer puentes creativos, ya de por sí constituyen señales esperanzadoras y un reto. La existencia de poetas en estos tiempos es
casi una rareza o una manera espontánea de rebelarse contra este sistema
consumista y poco espiritual. ¿Por qué ser poeta en estos tiempos de penuria? Hay
muchas respuestas posibles. Para algunos ser poeta es transmitir una verdad o
varias, es sanar o un ejercicio lúdico con las palabras. Para otros no hay un
por qué exacto, hay una búsqueda de razones o solo un dejarse llevar sin
preocuparse si el ser poeta lleva a la historia por cambiar o mejorar al
mundo o a confinarse en la gloria del olvido. Para unos pocos el ser poeta en
estos tiempos es una ocurrencia normal, casi ni se dan cuenta, como respirar, y
entonces el sentido se va hilvanando conforme pasa la vida y no hay por qué ni
para qué. Solo se es poeta y eso acciona mucho.”
Virginia Benavides |
Con palabras administradas en pequeñas dosis, voces
honestas han expresado perspectivas vigentes sobre la poesía y tenemos que
hacer oídos a ellas. Ya lo dijo Wislawa Symborska en Estocolmo, allá por 1996,
“Parece que los poetas van a seguir teniendo siempre mucho trabajo”, así lo
comprobamos por donde quiera que se mire este asunto.
Muy buena recolección de opiniones y respuestas, en un mundo donde la miseria tiene un sitio permanente, en el mundo que habitamos y en el que nos habita, no falta la pobreza, el infortunio, la escasez virtuosa, todo aquello que nos conmueve porque atañe a la dignidad del hombre, se convierte en acicate para hacer poesía esperanzada en la justicia, divina o humana, que reivindique al ser humano, tan creído en exhibirse como ser superior...
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