Max
Aguirre Cárdenas*
¿Por qué Nietzsche escribió en forma de
aforismos, algunas veces de apologías y, sobre todo, empleando exuberantemente
el lenguaje poético? Sostenemos que eran los únicos instrumentos posibles para
comunicar sus deslumbrantes experiencias del “ser". Nos parece que el
mismo Nietzsche no es consecuente cuando escribe: “El aforismo, la sentencia en
la cual he sido el maestro entre los alemanes, consiste en aspirar a las formas
de la eternidad. Me enorgullece decir en diez frases lo que otro cualquiera no
dice ni en un volumen" (Nietzsche 1959, T. II: 43). En Nietzsche, las
experiencias profundas de ser se realizan en relampagueantes estados de
irracionalismo. Hacer filosofía como hacen por ejemplo Kant, Husserl,
Parménides, Descartes, etc., significaría en Nietzsche hacer el imposible de
enmarcar un todo irracional en moldes racionales. ¡No!, para ir a Nietzsche se
necesita ser realmente “espíritu libre”, solo así se podrá oír el ruido de su
respiración y, si uno es probo, hasta podrá escuchar los latidos de su corazón.
Pero esto no significa tampoco que, para
llegar a Nietzche, se tenga que ser un servil y dogmático seguidor de su
pensamiento. No, basta respirar en la atmósfera nietzscheana. Sino recuérdese
su proclama: “Yo no quiero creyentes, creo que soy demasiado malo para esto; yo
no creo ni siquiera en mí mismo. Yo no hablo jamás a las masas… mi verdad es horrorosa,
pues hasta el presente es la mentira lo que ha sido llamado verdad… Solamente
desde que yo he llegado hay de Nuevo esperanzas” (Nietzsche 1909). Con arreglo
a sus propias palabras, condensaríamos así nuestra opinión: "Su obra
representa superlativamente la historia de un alma apasionada, hay en ellas una
novela que adivinar, crisis sobrehumanas, horas de angustia; su pensamiento es
al mismo tiempo la biografía de su alma" (Nietzsche s/f. p.230).
Por todo lo dicho, no estamos en completo
acuerdo con Hoffding cuando afirma: “La forma literaria adoptada por Nietzsche
fue determinada por su temperamento y por su estado enfermo" (Hoffding
1909: 183). Nuestras aserciones serán consolidadas ampliamente, ahora que
tratemos sobre su forma poética de comunicación. Está demás decir que Hoffding
tiene razón, pero juzgamos por equidad que su estilo no fue determinado
íntegramente por su temperamento y su enfermedad.
“¿Por qué siendo Nietzsche detractor acérrimo
de los poetas, actuó como tal?, Para dar una idea al lector voy a citar sólo
algunas de sus opiniones sobre aquellos.
El poeta escribe –el solitario– es un hombre
del instante, exaltado, sensual, pueril, que pasa fácil y repentinamente de la
desconfianza a la confianza. Está dotado con un alma en la que habitualmente se
disimula con doblez; a menudo por medio de su obra se venga de alguna suciedad
íntima” (Nietzsche cit. K. Jaspers 1963: 250).
“Estoy hastiado de los poetas, de los
antiguos y de los modernos. Para mí todos ellos son superficiales, todos son
mares desecados" (Nietzsche 1929, T.I.: 187).
“Quien piense con agudeza no necesitará
emplear las imágenes del poeta” (Nietzsche cit. K. Jaspers 1963: 574); y más
antes: “… con imágenes y con símbolos se convence, pero no se prueba” (Ib.: 574).
Estas citas nos muestran la radicalidad de
Nietzsche; sin embargo, no pudo librarse conscientemente del lenguaje poético.
¿Por qué? Ya dimos antes la respuesta, pero debemos agregar que la necesidad se
impuso
a Nietzsche desde
el principio. Pues, cuando todavía era profesor en Basilea, antes que su
enfermedad se manifestara con los caracteres que se conoce, cuando proyectaba
dejar la filología e iniciaba sus primeros requiebros con la filosofía,
escribió desde Lugano a su condiscípulo Erwin Rodhe: "Me voy introduciendo
así, poco a poco, en mi reino filosófico y ya creo en mí. Me hallo preparado
para todo, Habría de resultar poeta y no me sorprendería lo más mínimo" (Marzo
de 1871. Epistolario Inédito, p.99). Doce años después, todavía exclamaba como
un león enjaulado: "Para que hable en parábolas, para que balbucee y
claudique como los poetas. ¡Y, en verdad, siento vergüenza por verme obligado a
ser todavía un poeta! (Nietzsche 1929, T. II: 41). Y es que la poesía de
Nietzsche no quiere ser meramente leída, sino aprendida de memoria. ¿Acaso por
estas cosas alguien dijo de su Más allá
del bien y del mal: ¡Esta es una máxima Locura!?
|
Para dar una tregua al lector, voy a
transcribir algunos poemas de Nietzsche, mostrándole por esta vía otra aserción:
Lo de Nietzsche es una filosofía poética y no una poesía filosófica, porque -a
nuestra razón- el solitario de Sils-María, fue primero un filósofo y después
poeta; que la forma poética está asimilada en su filosofía, confundiéndose.
Para buscar la superación de nuestras anteriores posiciones, afirmamos que en
Nietzsche, poesía y filosofía es la misma cosa.
Por ejemplo, convirtiendo estos fragmentos
de prosa en verso:
“Junto al
mar olvidamos la ciudad,
Las
campanas tocan avemaría fúnebre,
pero
dulce en la hora vesperal.
!Esperad
un momento! Ya todo calla.
El mar se
extiende pálido y brillante,
No puede
hablar.
El cielo
en esta hora de la tarde
Juega con
colores rojos, amarillentos y verdosos.
Hay una profunda
quietud.
Qué
hermoso y qué cruel es ese gran silencio
que de
repente nos sorprende", etc., (Nietzsche s/f: 210).
“Mi alma
se agita en los valles,
abandonando
las silenciosas montañas
y las borrascas
de dolor.
………….
Todo yo
he llegado a ser como una boca,
como el
bramido de un río que cae desde las altas peñas;
quiero
hacer caer mis palabras sobre los valles.
¡Y que el
río de mi amor corra por caminos impracticables!
¿Dejaré
de hallar, al fin, como un río,
el camino
que conduce al mar?”.
(Nietzsche
1929, T. I: 115).
"Es
de noche:
la voz de
los surtidores se hace más elevada
también
mi alma es un surtidor.
Es de
noche:
Todas las
canciones de los enamorados se despiertan.
También
mi alma es una canción de enamorado,
algo
oculto en mí quiere elevar la voz.
Hay en mí
un deseo de amor que habla el lenguaje del amor.
Soy luz:
¡Ah, si
fuera noche!
Pero la
luz que me envuelve constituye mi soledad.
¿Por qué
no seré sombra y tinieblas?
¡Cómo
calmaría mi sed en los senos de la luz!
¡También
a vosotras, estrellitas escintilantes,
luciérnagas
del cielo, os bendeciría!
Y me
regocijaría con el regalo de vuestra luz.
Pero vivo
de mi luz propia;
en mí
acaba la llama que de mí brota”
(Ib., T.
I.: 150).
Es cierto que el temperamento de Nietzsche
es tuvo orientado hacia la soledad y la poesía, pero esto no nos obliga a
afirmar que es resultante de aquél. Parece que en Nietzsche hay una realidad
intrincada en donde su filosofía, para revelarse, exige el lenguaje poético y
aforístico, pero también en donde su temperamento exigen a Nietzsche a
filosofar del modo como lo hizo; en donde la enfermedad le descubrió nuevos
territorios de la filosofía y ésta a la enfermedad su consistencia.
Así habló Zaratustra. Ilustración de María José Daffuncio. |
A continuación, un poema de Nietzsche en
boca de uno de los personajes de Zaratustra. Este poema ha sido traducido en el
Nietzsche de Henry Lefebvre (1940),
en una versión completamente distinta en el aspecto formal que le hace
estéticamente más bello, pero que por su contenido es el mismo. Esto mostrará
al lector, el cuidado que se debe poner en las lecturas y le advertirá el
peligro que significa utilizar diferentes traducciones y distintas editoriales.
Quejas del encantador
“¿Quién
me da calor, quién me ama todavía?
¡Tendedme
manos calientes!
¡Ofrecedme
corazones ardientes?
¡Tendido,
estremecido,
Moribundo
a quien calientan
los pies
entumecidos! •••
Por
ignorada fiebre sacudido,
Temblando
entre los agudos témpanos de escarcha,
¡Cazador
tras de nubes!
¡Innombrable!
¡Espantoso! ¡Oculto!
por ti
fulminado;
ojo
burlón que en la oscuridad me contempla 1
… aquí
estoy echado,
me doblo y
me retuerzo, atormentado,
por todos
los martirios eternales,
herido por
ti, cazador de los más crueles;
por ti,
el dios desconocido…
¡Hiere más
fuerte!
¡Hiere
otra vez más!
|
¿Por qué
con flechas despuntadas
me has de
atormentar?
¿Qué
miras todavía
–en tus
ojos burlones un divino fulgor–,
tú, a
quién no causa el humano dolor?
¿no
quieres matar?
¿Solamente
quieres martirizar, martirizar?
¿Y por qué
me has de martirizar?
¿Dios
desconocido y burlón?
¡Ah! ¡Ah!
¿Acercándote,
te arrastras
en medio
de esta noche?...
¿Qué
quieres?
¡Habla!
Me empujas
y me oprimes…
¡Demasiado
cerca estás ya!
¡Celoso!
¡Mi corazón espías!
Me oyes
respirar
¿De qué estás
celoso?...
¡Quita
allá! ¡Quita allá!
¿Para qué
esta escala?
¿Quieres
penetrar,
introducirte
en mi corazón,
entrar en
mis más ocultos pensamientos?
¡Desvergonzado!
¡Desconocido! ¡Ladrón!
¿Qué
quieres robar?
¿Qué
quieres escuchar?
Tú,… el
dios-verdugo,
con tus
tormentos
¿qué
quieres arrancar?
… ¿Es que
como un perro,
me debo,
ante ti, humillar?...
¿Y para
ofrecerte mi amor
abandonándome,
ebrio y ausente de mí
me debo
arrastrar?
¡Es en
vano!
¡Hiere
todavía!
¡Cruelísimo
aguijón!
No soy un
perro, sino tu caza,
¡Cazador
de cruel corazón!
Tu
prisionero más orgulloso.
¡Habla,
por fin,
salteador
que escondido en las nubes
estás al
acoso!
¡Habla!
¡Desconocido
que tras
los relámpagos
estás
escondido!
¿Qué quieres, qué quieres de mí,
tú, que
en los caminos estás acechando?...
¿Cómo?
¿Un
rescate?
Y como
rescate, ¿qué es lo que tú quieres,
qué estás
esperando?
¡Pide
mucho! … ¡Te lo aconseja mi orgullo!
y habla poco…
¡Te lo aconseja mi otro orgullo!
iAh! iAhl
¿ Es a mí
a quien quieres?
¿Soy yo,
todo yo, lo que prefieres?...
¡Ah! ¡Ah!
¿Y tú, loco,
me martirizas,
torturas
mi orgullo?
¡Dame
amor!
¿Quién me
ama todavía?
¿Quién,
aún, me da calor?
¡Tendedme
manos calientes!
¡Ofrecedme
corazones ardientes!
A mí, al
más solitario
–a quien
el hielo hace languidecer
a la
busca de los enemigos, de los mismos enemigos–,
Ofrécete,
sí, abandónate…
… a mí,
tú, el más cruel enemigo!...
¡Ha huido!
Hasta mi
compañero único,
mi gran
enemigo,
mi
desconocido,
¡Mi
dios-verdugo!...
¡Ha
huido!
… ¡No!
¡Vuelve!
¡Con
todos tus suplicios,
pero
vuelve!
¡Vuelve
al último solitario!
|
hacia ti
su ruta orientan!
¡Y de mi
corazón la postrer llama
Para ti
despierta!
iVuelve,
mi dios
desconocido, dolor mío,
¡dicha
mía postrera!
(Nietzsche 1929, T. II, IV Parte: 123-127).
Referencias bibliográficas
HOFFDING,
Haraldo
1909 Filósofos
Contemporáneos. Jorro, Madrid.
JASPERS,
Karl
1963 Nietzsche
(Trad. E. Estiú). Sudamericana, Bs. As.
LEFEBVRE,
Henry
1940 Nietzsche.
FCE, México.
NIETZSCHE,
Federico
1959 Crepúsculo
de los Ídolos. La Nave, Bs.As. Revista de Ideas y Cultura Nº 8.
1929 Así
Hablaba Zaratustra. E Rafael Caro Raggio, Madrid
1909 Ecce
homo. Cómo he llegado a ser lo que soy. F. Sempere y Cía., Valencia.
s/f Aurora.
F. Sempere y Cía., Valencia.
(*)
Max Aguirre Cárdenas (Cangallo-Ayacucho
1943. Doctor en Letras y Ciencias Humanas por la UNSAAC. Lic. Educación. En
décadas recientes, ha comprometido su tiempo a la realización de estudios de historia
regional de Ayacucho. Tiene publicaciones en materias filosóficas,
etnohistóricas y literarias. Destaca su libro Ayacucho: Vilcashuamán y Cangallo (Gloria y ocaso de una heroica región
andina). El texto que aquí se publica ha sido extraído de su tesis El hombre en la filosofía de Nietzsche
(Edit. Mejía Ramos, Cusco, 1070).
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