Rodolfo Sánchez Garrafa
En las líneas que siguen siento comprometidos mis propios sentimientos, mi afectividad humana más profunda. Gilberto Muñiz Caparó, un hombre al que admiro de mucho tiempo atrás por sus convicciones y la coherencia de sus actos, ha escrito esta vez un hermoso poemario, de cuyo contenido no puedo sustraerme. Es que Canto a Machupikchu es un fino poemario, en el que los versos -como diría Juan Carlos Lázaro- están cincelados bajo las reglas del buen decir y el aire de una ética bien cimentada. No solo eso, sino que, además, trasunta un orgullo cultural, es decir una exaltación admirativa y, por lo demás, debidamente justificada ante un portento de obra humana que arraiga en la historia de los Andes: Machupikchu, la admirada ciudadela inka, hoy reconocida como una de las siete maravillas del mundo moderno. Tengo que decirles, entonces, que Gilberto Muñiz canta a su pueblo y desde éste al mundo. Me sumo yo a este canto, a la energía de sus convicciones, a la belleza de sus versos, a la delicadeza de sus elogios, la devoción con que encarna a los ancestros, la unción con que le habla al universo, la certidumbre con que hila sus reflexiones metafísicas.
Para un andinista como yo, que abreva también en los manantiales de la poesía, tanto como el autor de este canto supremo, emprender la lectura de estos versos es sumarse a una travesía fascinante, vestir traje de danzante y hacerse un peregrino más, rumbo a sus orígenes. Canto a Machupikchu abona los predios de una común tradición andina y americana, incluyente en su milenaridad, soberbia en su fe de futuro; tanto así que sus versos se me antojan una oración sublime a lo eterno.
El poeta nos roba el corazón, lo sintoniza en un solo ritmo universal y he ahí su distintivo. Machupikchu cautiva, encanta con su mágica grandeza, y ha inspirado a vates como Pablo Neruda, Martín Adán y Alberto Hidalgo, ni se diga de escritores e investigadores de todas las ciencias, pero lo que hace Muñiz Caparó es hablar con fervor y veneración, como le hablaron nuestros antepasados a sus deidades montaña. Por eso, el poeta se adjudica el don de ser oído y de que sus palabras alcancen a encarnar en el eco subyugante que recorre ríos, quebradas, valles, planicies de altura, bosques lluviosos, nieves sempiternas de uno a otro confín del continente. El mensaje es solidario con el amor de todo humano por la tierra y su condolencia ante los atentados destructivos que la amenazan.
Paso a paso, este llamamiento que es Canto a Machupikchu cumple su propósito de honrar a quienes erigieron tan gran monumento a la cultura comunitaria de los Andes, destacando la sacralidad que se respira en sus alturas. Tu nombre tiene el eco de la eternidad/ Eres Machupikchu cautivante melodía, de albas crestas que se unen en majestuosa armonía/ En el manto de natura se agita tu energía inmortal/ Eres obra máxima consagrada en el bastión de tus terrazas/Maciza ciudad de piedra irrepetible en la historia, es el lenguaje admirativo propio de los grandes homenajes y, por tanto, una oda continua comparable a las que se cantaron a los dioses y héroes de todos los tiempos. En su elevado tono reflexivo hay unción cuasi religiosa con frases líricas de alabanza destinadas, efectivamente, a ser cantadas por aedas y harawikuq: Las formidables venas de tu noble montaña son canales y vertientes de la voluntad humana, en sacra comunidad afinada/ A ti Machupikchu el orbe te canta ufano, y natura hace poesía con tu soberano lenguaje colmado de luz y energía/ Montañas de luz protegen el misterio de tu imagen como ninguna, la del señalado magisterio que en tus brazos encuentra cuna.
La lectura de Canto a Machupikchu, sin duda, ha de unir a los americanos de bien, como un nuevo ejemplo comunitario para el mundo. En sus páginas hechas himno, están nuestras manos entrelazadas y nuestra voluntad de celebración. Gilberto Muñiz nos alcanza un fruto inspirado que va más allá del solo amor por el terruño y más allá de lo telúrico, nos confronta con mil y una señas de identidad histórica y cultural, que hoy por hoy son patrimonio de la humanidad. Al hacerlo, invoca los cantos que también anidan en lo más íntimo de nuestra fe en el hombre.
Concluyo diciendo que Muñiz Caparó ya es poseedor de una poética madura con identidad y loables recursos para glosar los cantares del alma. Su dominio de las palabras le ha permitido en Canto a Machupikchu sortear con felicidad las aguas bullentes en que suele bañarse la belleza. Este es un canto ritual destinado a florecer en los labios que tengan el privilegio de entonarlo con autenticidad y entrega.
Cuánta razón le asiste al poeta y cuánto sentimiento se vuelca en su canto, al recordarnos que Machupikchu es una llama del Sol, la voz magistral de un pueblo enriquecido. No podría haberlo dicho mejor y por eso le ofrendo el poder solidario de la memoria que a todos nos pertenece.
Referencias
CAPARÓ MUÑIZ, Gilberto
2018 Canto a Machu Picchu. Editorial San Marcos, Lima. 120 pp.
CAPARÓ MUÑIZ, Gilberto (Sicuani-Cuzco).- Periodista profesional colegiado, radiodifusor, administrador de empresas, político, escritor, poeta, columnista, conferencista y crítico de radio y televisión. Tiene una destacada trayectoria en medios de comunicación nacionales. Ha escrito novelas, ensayos, poesía.
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