Rodolfo
Sánchez Garrafa
Una
historia de vida
Me convertí en brújula |
Empiezo
con la semblanza de estilo, para presentar a la protagonista de este
comentario. Patricia del Valle Cárdenas (Arequipa,
1962). Es poeta y arquitecta. Sus poemas han aparecido en las antologías Mujer
y poesía (1977), Un minuto cantado para Sierra Maestra (1999), 51 poetas
(2003-2005), Revelación en la Senda del Manzanar (2014), Como una espada en el
aire (2015), Esta Fugacidad todo mi reyno (2016), La serenidad de los días
(2017), La poesía nos une 50 poetas del Perú (2017). También se hizo presente en otras publicaciones, tales como las revistas Sol y Niebla Nº 2 (2004), Nº 3 (2008), Nº 6 (2013), Maestra
Vida 1 (2da. Etapa 2014), Tortuga Ecuestre (2012), Altares, periódico UNO-2016.
Figura en las plaquetas Manantial (Viernes Literarios 2000), El grupo de los 5
(Viernes Literarios 2004). Ha participado en diversos eventos literarios
representativos en el país y el extranjero, entre ellos en el XX Festival
internacional de Poesía de La Habana (2016), junto con Rosina Valcárcel,
Nicolás Matayoshi y Carolina Ocampo. Su primer libro, Yokasta y yo, se publicó en el 2005. Su segundo libro Soy otra salió a luz el 2010, el tercero
Hielo Negro en el 2014. Su más
reciente publicación titula Musika_para-SORDOS
(2017) y está siendo presentada en diversos escenarios del país.
María
Luz Crevoisier aporta interesantes referencias sobre la poeta, que son de
interés para aproximarnos a su recorrido vital y la relación que éste pueda
tener con su producción poética, a ellas sumaremos anotaciones de nuestra
propia cosecha. Sabemos que la niñez de Patricia transcurrió en Piura, tiempo
al que se remonta su amistad con el hoy reconocido poeta Roger Santiváñez, con
quien años más tarde compartiría singulares experiencias literarias. Al
concluir la adolescencia se trasladó junto con su familia a Lima, donde hizo
sus estudios de arquitectura.
Imagen y sombra |
En
los años 80, la encontramos cercana a grupos literarios que adquirieron
notoriedad, entre ellos La Sagrada Familia –donde conoció a poetas como Sánchez
Hernani, Dalmacia Ruiz-Rosas, Freddy Roncalla y otros ocasionales visitantes
entre los cuales se cuenta a sí misma–; tampoco fue ajena a las actividades de Hora
Zero –movimiento vanguardista de poesía en el que destacaban Juan Ramírez Ruiz,
Enrique Verástegui y Jorge Pimentel-; y, ni se diga de los
controversiales Kloaca, contando con la segura guía de Roger Santiváñez que le
permitió frecuentar a Domingo de Ramos, José Velarde, Mariela Dreyfus, Edián Novoa
y Guillermo Gutiérrez, aunque siempre limitándose a un acompañamiento y una muy
reservada práctica poética. Puede afirmarse que su encuentro con los poetas de
1980, generación a la que pertenece por antecedentes y declaración propia, le marcó de manera definitiva, pues entre estos poetas encontró a varios de los
que serían sus referentes o maestros. Cuenta entre su grupo de amigos cercanos
a Armando Arteaga, Fredy Roncalla, Juan Carlos Lázaro, Nelson Castañeda,
Guillermo Falconí y Cesáreo Martínez. Recuerda especialmente dos nombres como
cómplices de sus primeras aventuras editoriales: Juan Carlos Lázaro y Max
Castillo Rodríguez.
El
año 1987 conoció a Rosina Valcárcel en Cuba, al término de un Encuentro del
Frente Continental de la Federación de Mujeres. Junto a ella y otros
intelectuales y activistas políticos formó en los 90 el Colectivo Macondo. Más
adelante integró el grupo “Alma Matinal” junto a los poetas Juan Cristóbal,
Rosina Valcárcel, Julio Nelson y Jorge Luis Roncal. En la actualidad es miembro
del Círculo Andino de Cultura y conforma el llamativo grupo de trabajo de las
Tetralogos, en el que comparte intereses con las poetas Eldi Toro, Nora
Curonisy Lostaunau y Tania Temoche.
De Hielo Negro a
Músika_para_SORDOS
A
propósito de Musika_para_SORDOS (2017), el más reciente libro de poemas escrito
por Patricia del Valle, hallo en su poética una expresión confesionalista que,
a mi modo de ver, viene desde su libro Hielo Negro (2014). Fundamento esta idea
en las siguientes observaciones:
i)
Su
desarrollo alcanza una dimensión reflexiva sobre el yo, que no es meramente
lírica porque divisa la conciencia personal como producto histórico.
ii)
La
construcción del yo poético en este libro de Patricia del Valle tiene el cuerpo como agente, sobre el cual le ha
sido posible levantar una elevada carga autoreflexiva. En este sentido, es en
mucho autobiográfica, insume: su experiencia de ser mujer, su reconocimiento e
identidad propia (territorial, histórica, de género).
iii)
Sus
breves versos, casi bordados en sus requiebros, acordes, cadencia, ritmo y silencios,
suman una experiencia existencial pródiga, procesada con un convencimiento
rayano en la unción. Diríase que lo escrito por la poeta ya justifica lo vivido
y le agrega valor a su tiempo.
Una
segunda idea que me permito anotar, en este momento, es que su obra pone en
evidencia la capacidad de procesar su larga y nutrida experiencia de vida
vinculada a la poesía, desde sus juveniles aprestos hasta su hoy bien asentado
oficio literario. Patricia del Valle no solo ha sido testigo sino personaje de
reparto en la escena poética limeña de los años 70 a esta parte, ella se ha
hecho poeta viviendo entre poetas, no queda duda.
Conozco
a Patricia del Valle hace ya algunos años, no sé mucho de su mundo íntimo, pero
me he hecho una idea bastante amplia de su autoimagen por sumersión en los
cuatro libros que lleva escritos. Hace ya más de un año acometí una lectura
reflexiva de sus primeros libros y resulté cautivado por el poema Y no estás tú, que forma parte de su
libro Hielo negro. Trataré de dar
cuenta de cómo aquí se anticipaba lo que vendría a ser esa música para sordos
que ahora nos atrapa.
Y
no estás tú
Están mis ojos
mi boca
la soga que
me lleva cada
mañana
al cadalso
está mi cuerpo
dispuesto como
siempre
están las deudas
pendientes
los caminantes que
pasan
por la misma calle
está el momento
esperado
y no estás TÚ
Patricia del Valle
(Hielo Negro 2014)
Este
poema entorna los ojos –para mirar la propia interioridad– en una situación de
tránsito o escenario liminal en el que la realidad se fragmenta. Lo que se
pensó ya no es posible, lo que era ya no es, lo que queda lo hace extrañando a
lo que se fue. El poema monologa sobre la ausencia, sobre un tiempo que se
repite, y que por lo mismo simula movimiento con una imagen que ha quedado
congelada.
En
este poema, el ingreso al espacio liminal está cargado de tensión, de vacío, de
paradoja. Una calle, el acantilado, la orilla del mar, representa una frontera
de “doble cara”, una frontera vulnerada y vulnerable, difícil de transitar.
La poeta no sucumbe a la
tradición de lo razonable (que se contenta con asumir las leyes de la
contradicción), sino que en actitud visiblemente postmoderna se enfrenta la
inestabilidad de la realidad y lo no reducible, aunque solo sea mediante la
renuncia a la resignación.
Espacios
opuestos se vinculan aunque el puente es inestable y precario, una soga que
lleva al cadalso cada mañana, una soga que es el recuerdo, la evocación, la
nostalgia, el duelo que no acaba. Hielo
negro explicita este profundo conflicto espiritual colmado de interrogantes
sin respuesta. La incertidumbre condena a la soledad en un mundo fragmentado
que el cadalso no puede redimir y que es visto apenas como un degradé
monocromático.
Encuentro
a un sujeto poético actor, que ante la ruptura se ve a sí mismo como un
espectador del otro lado, un mirador de la noche entre la bruma inevitable. Lo
que hay más allá de la muerte solo puede ser entrevisto desde el acantilado de
un mar gélido. La poesía es tinta en las tinieblas, un renacer por arte de la
palabra que pasa al papel y que sostiene la posibilidad de una mirada tibia a
la cual asirse.
Técnicamente
encuentro confesionalismo, circunstanciación, metáforas descriptivas que sirven
de pretexto para elevar el nivel concreto (el cuerpo dispuesto, las deudas
pendientes, los caminantes que van por la misma calle), articulando hechos
mediante la reflexión filosófica sin desembocar en el academicismo. En cuanto a
la muerte como causante de fragmentación, da pie a una soledad que no es la del
abandono, sino el de la incertidumbre frente al colapso de la vida misma.
Un
poemario con música para sordos
En
su más reciente libro Patricia del Valle hace visible la interrelación entre estéticas
aparentemente disímiles que, a no dudarlo, ayudan a mirar hacia dentro y a escuchar
el silencio. El silencio de los sordos es la metáfora ideal del recogimiento
necesario para el encuentro trascendente entre lo sensible y la dimensión humana
interior.
Asombra el confesionalismo pleno de sentimientos pero libre de sentimentalismo que nos ofrece Patricia: “Sílabas y letras antiguas/ componen este/ poema olvidado/ van donde/ no puedo ir/ porque es un/ lugar inexistente”, “Soy una desterrada/ no me equivoco/ reconozco que/ me convertí en brújula/ de lenguaje cifrado/ y rojo corazón”, “En el silencio en la noche/ me despojo de/ aquello que pesa/ voy sacando/ una a una envolturas/ como cadenas antiguas”. En este sentido, su confesionalismo permite sentir un eco poético que viene de Sylvia Plath, posiblemente de Anne Sexton, pero es más del siglo XXI porque insume también un cierto expresionismo, ajeno eso sí al tono coloquial o a las figuraciones surrealistas.
Les
dejo con un poema que resume una actitud de humana rebeldía, junto a una
consecuencia con la vida que nuestra poeta se decidió a vivir.
En
la ciudad
Le di vuelta a mi vida
En el mar
las gaviotas
revolotean
juegan en la tarde
incandescencia
& realidad
llegada la noche
la ciudad sólo
es un sueño
donde los perros
devoran
hambrientos
al hombre que amo
edificios se
desploman
de su centro
tristeza que
desconozco
en el mar
¿Cómo engullir
el brazo
chamuscado
del amor
sin sentimientos?
Mis ojos en la
ciudad
le temen al
silencio
a la nada
al vacío
mientras en el mar
algún gótico
brebaje
logrará la palabra
el vaticinio
el exacto presagio
sin embargo amo
el vacío
la caída libre
mis ojos en la
ciudad
Patricia del Valle (Musika_para_SORDOS 2017)
Sobre
Patricia del Valle, le escuché decir un día a Enrique González Arias que
“Estamos ante una de las grandes poetas peruanas que se ha nutrido de la vida y
la vida le ha dado sal y pimienta, sazonadores con los que ella sabe el andar y
enunciarlo con enorme convicción”. Convengo con esta afirmación y la considero
definitiva.
Referencias
Crevoisier,
Luz María: Palabras contra el
desasosiego. Y los sordos escucharon. Diario El
Peruano de 4/3/2018, Lima.
Del Valle, Patricia: Musika_para_SORDOS. Fondo editorial Cultura Peruana, Lima 2017.
Valcárcel, Rosina: Patricia del Valle / Yokasta Yo. En LAmula.pe https://lamula.pe/2014/11/29/patricia-del-valle-yokasta-yo/rosvalcarcel/
Del Valle, Patricia: Musika_para_SORDOS. Fondo editorial Cultura Peruana, Lima 2017.
Valcárcel, Rosina: Patricia del Valle / Yokasta Yo. En LAmula.pe https://lamula.pe/2014/11/29/patricia-del-valle-yokasta-yo/rosvalcarcel/
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