Rodolfo Sánchez
Garrafa
En palabras breves y
silencios largos,
lo que yo te quiero
no hay cómo expresarlo:
ni lo puede el
alma, ni lo dice el labio,
ni lo canta el
beso, ni lo llora el llanto.
Marco Antonio Corcuera
Marco
Antonio Corcuera (Contumazá 1917 - Trujillo 2009) es una figura destacada de la
poesía peruana. Su infancia transcurrió en escenarios bucólicos que dejaron una
profunda impronta en su aguzada sensibilidad. Con mucha razón se ha destacado
los atributos de sencillez, pulcritud, elegancia y el profundo contenido humano
y social de su poesía.
Su
voz poética, desde sus primeros textos, posee una evidente musicalidad, sus
descripciones fluyen con mesura, como para permitir que el lector se solace en
los paisajes y en las escenas de vida que muestra. Son muchas las veces en que
esboza oraciones apelando al ser supremo para conjurar los entuertos humanos;
y, no escapan a cualquier examen su ternura familiar, ni su manifiesto
romanticismo que encuentra buen marco en versos que van de las formas clásicas
a expresiones teñidas de barroco en sus reflexiones filosóficas y morales de
juventud.
1. La palabra y el silencio
El
joven Marco Antonio Corcuera esgrimió una poesía preñada de ideales, apelando
en su propuesta a la potencia de las palabras y a la sincera explicitación de
sus ideales. En él, las palabras conjugan razón y sentimiento. Proclama la
búsqueda de sí mismo en las profundidades de su propio espíritu, se propone ir
al fondo de las cosas, más allá de las meras apariencias, sabedor de lo
personal que resultan los profundos propósitos. Marco Antonio poetiza a la
mujer que espera guíe su peregrinaje en ciernes, desnuda sus convicciones y
convencimientos, quisiera que muchas cosas de la vida fueran distintas, pero no
cae en el pesimismo sino que halla en el mundo, en el sol, la tierra, el agua,
el aire, el cielo, la fuente de indispensable inspiración y el repositorio para
el amor y las ilusiones.
Todo
esto motiva en él la palabra, le infunde vida. El poeta admira el canto, aún
así su sensibilidad lo lleva con frecuencia a una actitud de antena en atenta y
permanente escucha, como condición indispensable de su discurso.
Junto
a la sonoridad de la palabra, a su fresco encanto, hallamos gravitante el
silencio, tanto que debe ser por eso que él mismo bautizó uno de sus primeros poemarios
como “Raudales de silencio”. Este libro conformado por cincuenta y cuatro
poemas, escrito entre 1935 y 1938, cuando el poeta apenas había culminado la
secundaria, tiene como componente sustantivo la conciencia que éste había
alcanzado sobre el silencio, en tanto estado vital que alberga al germen de
comunicación y componente de su cotidianeidad reflexiva.
Para
Marco Antonio Corcuera el silencio no constituyó, en modo alguno, un estado de
absoluta falta de emisiones sonoras, de incomunicación o privación auditiva,
sino, ante todo, un recogimiento en la sencillez (así definió él mismo su
noción de silencio), una condición para valorar la luz y la alegría, por tanto un
elemento poético destacable que no puede ni debe ser ignorado. Por otro lado, el
silencio como espacio de escucha, abrió paso, visiblemente, a su percepción comprensiva
de la realidad oral y sonora en general. Marco Antonio vivió libre del temor al
silencio, lo comprendió e hizo de él un componente de expresión humana
integral. Entendió que cuando se cierra los labios, es el alma (que todo lo
sabe) la que habla (p. 79).
Es
por eso que en su poesía, MAC reconoce que es necesario bajar la voz, susurrar,
callar, enmudecer. Un nadar a contracorriente le llevará como a Dante, en un
peregrinaje de muerte afectiva, del cual retornará liberado.
2. Cuando el silencio llega a raudales
MAC
considera que sus versos son raudales de silencio en un inmenso panorama que
acoge al alma y al cuerpo enfermos (p. 27) donde las palabras al emerger de lo
más hondo del ser humano trascienden a silencio. Las palabras se hacen cortas y
al final se opacan desaparecen, son absorbidas por el silencio que es más
elocuente.
Sin
embargo, en una época copada por el ruido, los gritos, la bulla sin límite, parece
no sólo absurdo sino hasta imposible un verdadero y profundo silencio. El
silencio, si se produce, lo hace a contracorriente y, muchas veces, de manera
forzada. MAC se suma a una selecta minoría que otorga sentido al silencio, en
el que podemos sumergirnos de cuando en vez, para contemplarlo y hablar a
través de él. Recordemos que muchos sistemas de comunicación han sido
construidos mediante presencias y ausencias, nudos y vacíos, puntos y rayas.
MAC
autopercibía su alma como callada y humilde, arrullada por un canto que es
oración y música (P. 18). La voz celestial de los turpiales es escuchada por la
sombra (el espíritu) que después de ese arrullo se recoge a los eriales, esto
es a los lugares de vegetación espontánea, al mundo de la interioridad, de los
afectos profundos, allí donde se ama en silencio (p.34).
Una
manera simple de entender la vida psíquica, es como actividades o fenómenos que
nos retraen del mundo exterior, hacia una práctica introspectiva que puede ser
más rica, compleja y gratificante que la vida externa. En esta dimensión
psíquica, se albergan estados de la mente que el poeta describe como recónditos
(p. 39), de interacción y auscultamiento de la propia experiencia, traducida en
afectos, recuerdos, sentimientos, emociones. Estando en este trance, cuando los
campos silentes están dormidos, los sonidos inquietan y devuelven el yo al mundo
sensible, el de los ruidos eternos. En una personalidad tan sensible como la de
MAC, la vida psíquica se tiñe frecuentemente de penas y tristeza (p. 44).
El
silencio para MAC es consecuencia de una poderosa captación del en sí del mundo,
así llega al estado en que las palabras sobran, y hay que reservarlas para cuando hagan falta.
En su poesía el silencio precede a la reflexión profunda, pero también resulta
una prolongación de un ensimismamiento filosófico. Es lo que se aprecia en el
poema “Dios es tan bueno”, en el que nos dice: Dios te diga al oído: “Sigue y
calla;/ al confesarte tú te arrepentiste,/ pues procura olvidar lo que antes
fuiste”, quiere esto decir que un silencio evaluativo tiene que ver con la
transformación del espíritu, con su elevación y con la necesidad de dejar atrás
cualquier lastre que lo impida. Hasta donde podemos ver, diría que MAC logró
realizar este anhelo poético tempranamente explicitado.
Si
bien el libro de MAC que comentamos, empieza precisamente con el poema
“Raudales de silencio” como ya se ha dicho, hay que anotar también la presencia
del poema “Tristeza”, en el que sentir esta emoción básica puede ser apreciada
como un goce del alma, el sufrimiento como alimento y vía de redención. El
poeta sufre, como creo que es difícil hacerlo, de una manera que sólo en
Vallejo la advierto profunda y abierta. MAC nos dice: Los versos que concibo,/
apenas son raudales de silencio, y así remarca una manera de pensar y sentir
tan personal que se alza a la categoría de atributo esencial de su poesía.
3. La potencia de la palabra
En
MAC, el habla se hace imperiosa ante la ausencia de las cosas, pero es más que
la figuración de una realidad enferma. Él no se limita a describir una realidad
tangible sino que la interpreta desde su luz interior. Su canto es constructivo,
va al oasis de los sonidos como se puede ir al desierto, para calmar la sed de
diálogo con la dura realidad (p.27).
Para
salir adelante, se siente presionado por las limitaciones del lenguaje: Mis
frases se cortan –dice- la idea no brota, es algo que mata (p. 30). El cerebro
le da vueltas como un disco de Newton que pone su mente en blanco (p. 51). Así
las cosas, nos descubre que por doquiera el amor nace y se anida, que la vida
es una eterna inspiración (p.55). Al darle finalmente significación a las
palabras, edifica un mundo de esperanzas, tiene el anhelo de grabar la mejor
fotografía; siente el beso del céfiro, mientras las voces de parleras aves
transportan su alma al cielo (p. 56).
MAC entiende que es portador de un secreto que deberá contarlo alguna
vez a Dios, la confidencia de tal secreto está evidentemente plasmada en su
bella poesía.
Sus
palabras brotan con un nuevo encanto en el que expresa, precisamente, su
descubrimiento del silencio. Se trata de un retorno, una verdadera resurrección
de su corazón (p. 67) a cuyo palpitar escribe:
Se desliza muy suave un arroyuelo
y las canoras aves con el celo
de un alma noble, pura, enamorada,
desatan su meliflua vocecilla
al tierno unísono de la cascada,
mientras el Sol sus rayos desovilla.
Sus
versos son en sí mismos el canto de los pájaros, la voz de las aves parleras
más sobrias en su fina y dulce expresión. Al compás del arpegio de las aves,
sin embargo se ve impelido a lanzar un grito al infinito (p. 72).
El
hablar de MAC, forjado en el silencio, se hace más potente, su poética es la
revelación de lo secreto, del misterio del silencio que emerge como un grito. Poemas
como Elogio, A mi madre, Mi poesía, La casona vieja, Injusticia, entre otros,
hacen del poeta un mensajero. MAC lo explicita diciendo: ¡Oh Dios! Yo quiero
que tú sepas/ y ahora te lo cuento/ que el Cosmos que tú hiciste/ no gira ya en
su centro. Aquí es donde alcanza su más alta cima social y humana.
El
silencio iniciático, es la fase primera de una metamorfosis liberadora, de una
experiencia inefable, tras la cual MAC se acerca al mundo celestial, a los
seres divinos, con quienes puede interactuar a través de la palabra sublimada. Una
palabra que nos re-liga al cosmos y que nos resulta admirable, tanto como el
silencio que le sirvió de escenario para sernos revelada.
Chorrillos,
noviembre de 2017.
Referencia bibliográfica
CORCUERA, Marco Antonio
2016 Raudales de silencio. Fondo Editorial Universidad Privada Antenor Orrego. Trujillo.
Comentarios
Publicar un comentario