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Virginia Benavides en pos de un centrífugo amor

Rodolfo Sánchez Garrafa



Con ribetes de una extraordinaria celebración, el Círculo Andino de Cultura - CIRCULANDINO clausuró un ciclo de año y medio dedicado al análisis del proceso de la poesía peruana (1970-2017) cuyo balance se espera dar a conocer en plazo perentorio. En esta oportunidad, mi propósito es compartir notas y apreciaciones que tuve la oportunidad de exponer el pasado miércoles 28.06.17, en torno a la producción poética de Virginia Beatrhice Benavides Avendaño (Lima, 1976) nuestra invitada de la fecha.

Empiezo con un breve recuento biográfico, indispensable para una contextualización del análisis y una mejor comprensión del personaje, para ello recupero datos dispersos. Información personal proporcionada por Patricia del Valle nos permite saber que Virginia Benavides es hija de quien fuera un conocido poeta en su tiempo, alguien que era capaz de hilar un poema y compartirlo al instante con sus eventuales contertulios u oyentes; de manera que nuestra poeta creció en un hogar familiarizado con el quehacer poético. Desde niña se vio afectada por estrabismo y miopía, por lo que las personas cercanas procuraban que evitase la lectura, cosa que no impidió que lo hiciera a ocultas. Al pasar los años, encontramos a Virginia cursando estudios de ciencias sociales en la UNMSM, los que dejó apenas dos años después para trasladarse a la Facultad de Letras de la misma universidad, donde obtuvo el grado de Bachiller en Literatura. Por ese tiempo ella participaba en innumerables encuentros de literatura y recitales, invitada también como ponente, performer y lectora. Poemas suyos aparecieron en revistas como Isla Negra, Cronopia, Magdala, Poetas del Asfalto, entre otras, y en blogs virtuales.

Estando ya en Letras se familiarizó ampliamente con poesía y textos literarios selectos. Tuvo proximidad con Carlos García, Selenco Vega, Miguel Bances, Bethsabé Huamán, Patricia Fernández, por entonces estudiantes de diversos años de estudio en Literatura. Colaboró y fue codirectora de la Revista Dedo Crítico, habiendo cultivado amistad con poetas del grupo Cultivo y otros como Róger Santiváñez y Miguel Ildefonso.

Aunque se la incluye como poeta de la generación de los 90, ella considera que no se entregó plenamente a esa onda generacional, ni experimentó una conciencia de grupo o fraternal en la ruta. Ese fue para Virginia un tiempo de absoluta libertad y falta de conciencia práctica de la vida. Estudiaba literatura en la universidad “… me escapaba o faltaba cada vez que podía para irme al mar, a un recital, a tomar unas chelas, a sentarme a leer o visitar a los Cultivo en el parque El Colchón y disfrutar de lecturas, música, sueños, vida” –ha referido alguna vez la propia poeta–. 

Su primer libro de poemas fue Exstrabismo (Chataro Editores, 2003). Un registro sonoro que la conduce, en determinados instantes, por los casi olvidados senderos de la rima, métrica y formas poéticas clásicas, lo que definió una búsqueda particular, traducida en una estructura de tres partes: "Voz de ojos" (con un matiz predominantemente infantil), "Fases" (en homenaje a las variaciones lunares) y "Exstrabismo" (sobre la otredad). 

Su siguiente producción poética cobró forma bajo el título de Sueños de un bonzo (2013) un libro objeto que ha sido presentado en distintas performances. Puede verse como la fusión de sus dos propuestas anteriores. Está el tema de la madre y la niña, del amor de pareja, por un lado, y también está la ritualidad espiritual con la naturaleza. A Sueños de un bonzo se le adjudican varios otros títulos: exhumación de espectros, tratado de lo somático, estancias de la cicatriz, sumersión en tenebro, cuajo y griterío; y fue concebido como un ser que se debía incendiar, como un rito curativo necesario y vital para pasar a otro mundo. Escribir este libro fue para Virginia como revivir al monstruo de la época infantil, incluso del actual. Mientras el poemario tomaba forma, la poeta se sentía también un bonzo, un personaje que busca ser otro, y para ello no duda en incendiarse y sumergirse en el mar.




Sabemos que se hallaba listo un nuevo texto denominado Descierto, sobre el cual se ha anticipado un halo de misticismo, de fusión entre el desierto y el mar, de renacimiento tras la destrucción. Este poemario fue escrito en un día, recordando las imágenes que pudo ver durante una estancia de tres meses en Ica y viajando por sus provincias, un trayecto que solía llevarle del mar al desierto de Nazca. 

Desde sus primeros textos, surgidos a fines de la década del 90, Virginia Benavides ha ido construyendo una voz sólida. Actualmente, es una de las más interesantes propuestas en la poesía peruana. En la arquitectura de su mundo poético se halla paisajes íntimos que dan cabida al desvarío, a la ingenuidad, a la ternura, características que ha sabido desarrollar hasta sus más recientes creaciones. 

El Taller de poesía de CIRCULANDINO seleccionó el poema "Luna llena" como tema de análisis convergente. Se trata de un texto lleno de sorpresas como se podrá comprobar en seguida:


LUNA LLENA

Desviada callejuela venal rumbo a mi centrífugo amor
Borbotones coagulando lo excéntrico:

Como la frustración del suicida encerrado en su cuerpo
Como el pétalo amado por el gusano en la rosa
Como el crujido de huevos en el pez viudo
Como la luz de luciérnaga recién nacida
Como el deseo amnésico
Como lo que no tiembla en el parkinsoniano
Como el tiempo insomne
Como beber vacío y creerse saciado
Como una araña sin saliva
Como una metáfora disfrazada de símil
Como el carnaval del que agotó sus máscaras
Como la estrategia equivocada en la guerra
Como danzar descalza en la punta del iceberg
Como la espalda del ciego excitando al suicida
Como la quietud del agua que no desborda el ojo
Como perforar lenguas con un lapicero
Como buscar en el oído lo que desafina
Como el ojo acechando su desvío
Como el tropiezo y el encallecimiento en el púber
Como el gemido de eternidad en el quirófano
Como la espera en el nicho vacío
Como como como como

Como una l de cómos en el voyeur del poema
Como una ele cantaleta
Como el océano óseo de la va llena
Como el polvo del que nace la estrella
Como la cojera del atleta ágora fóbico en el salto mortal

Como como Cómo como
Como la bulímica cadáver en la celebración de la mosca
Como el que tarrajea su lápida
Como ser nómade en su cuarto (menguante)
Como cuchillos aserrando el infinito labio viperino

Como como palabras
Como como y no como
Como el dedo que hace llorar al acusado
Como la anciana que zurce su himen
Como el ala en la cena del recluso

Como hurgar con la herida la profundidad del palo
Como él ella en una licuadora

Como ello
Como el velo vello tramando tu sexo
Como el dolor ensimismado en placentearse
Como él la...como

Como el óxido en la lengua de la esfinge
Como la catarata en la mirada del infante
Como la quemadura y se conforma
Como la que madura y se deforma
Como como palabras
Como como y no como

Borbotones coagulando lo excéntrico
Desviada callejuela venal en mi centrífugo amor.

Virginia Benavides (2016).



Los recursos de una poética discrepante

En noche de Luna llena, la poeta enrumba por una desviada callejuela en pos de un centrífugo amor. De arranque enfrentamos o nos damos de frente con una poética insuflada por recursos poéticos rayanos en lo extravagante, es decir acentuadamente originales, que liberan un ente interior inconforme (monstruo ha dicho alguna vez la propia Virginia) recluido en las entrañas del ser subversivo, discrepante, crítico y cuestionador que es la poeta.

¿Cuáles son esos recursos?

Metáforas desconcertantes: Borbotones que coagulan lo excéntrico (inmovilizan no lo inusual sino lo inestable, lo que sale del centro), el suicida encerrado en su cuerpo (inconforme apresado en sus limitaciones físicas), huevos del pez viudo (atributos insulsos, sin sentido), luz de luciérnaga recién nacida (capacidad incipiente).

Paradojas: lo que no tiembla en el parkinsoniano (estable en lo inestable), beber vacío y creerse saciado (llenura o plenitud aparente), araña sin saliva (incapacidad para lo consustancial), catarata en la mirada del infante (daño o defecto en lo nuevo), dolor ensimismado en placentearse (dolor que produce placer, dolor necesario para comunicar), el que tarrajea su lápida (se anticipa y prepara el su propio desenlace o final), una l de cómos en el voyeur del poema (la claraboya que es más una oscura boya).

Imposibles: danzar descalza en la punta del iceberg (imposible físico), hurgar con la herida la profundidad del palo (imposible lógico, ilógico).

Metonimias abstrusas: Como como palabras (ingerir conceptos).

Aliteración: Como como (de la manera en que se come), como como y no como (manera en que se come y no se come), océano óseo de la va llena (juega con la ballena y su océano duro y la que va preñada o repleta).

Ambigüedad: Como la quemadura y se conforma, Como la que madura y se deforma (quemadura - que madura), Como él la...como (indefinición de género), Como él ella en una licuadora (indefinición de género).

Hipérboles: la anciana que zurce su himen (acentuada preocupación por la apariencia).

Epítetos: el dedo que hace llorar al acusado (acentúa la característica del dedo acusador).

Ironía: ser nómade en su cuarto (menguante), una doble figura irónica, colmo redoblado.

Mixtura: cojera del atleta ágora fóbico en el salto mortal (imposibilidad, epíteto, ironía).

Si esto es así en un solo poema, hay que ver el amplio universo de figuras desconcertantes trabajadas en la poética de Virginia Benavides. La suma de recursos junto a una arquitectura con elementos simétricos y repetitivos, da paso al desvarío y apabulla al lector u oyente.





Un amor centrífugo en el meollo de la inspiración

En este poema se advierte también un distanciamiento del motivo aparente, la luna llena, salvo que entendamos a la luna como la representación del propio sujeto poético asediado por infinitos contrastes. El motivo real (aparentemente) es la excentricidad de una relación de amor centrífugo. ¿Cómo es esa relación y cómo son las circunstancias de la misma? El poema parece dar cuenta de ello, aunque no podemos estar seguros de que sea como pensamos. Hay que entrar en el universo simbólico propuesto para sentir a gusto pleno su poética. De que es sorprendente es sorprendente, no cabe duda.

Una callejuela desviada, torcida, que no va en línea recta, que es venal, es decir, nada honesta sino que tiene precio y vende el paso, es la introducción a un amor inestable que, sin embargo, puede ser fríamente apasionado. Es circular, impactante y circular, en cuanto los versos deambulan en un espacio discursivo circunscrito, justamente así logra un martilleo, una repercusión poética. Repercutir no es perderse, el poema cumple su propósito y se cuida de no incurrir en divagación.

A esta altura es razonable, aunque no sabemos hasta qué punto, la consideración de Maurizio Medo sobre la poética de Virginia Benavides, que es tomada como expresión de resistencia al mainstream en boga (junto a otros poetas como Cecilia Podestá y Ljudevir Hlavnikov). 

Rasgos sobresalientes de una poética marginal

Podemos identificar esta poética como marginal, porque no pretende incluirse en las corrientes abrazadas por los poetas que brillan, así fuesen sus amigos. Hay cierto desvarío en ella, cierta locura, pero desde luego no demencia, no pérdida de referentes de la realidad. Nos ofrece una arquitectura que pone luz en un desconcierto provocado intencionalmente, luz que puede también incendiar, como ha ocurrido  al menos simbólica y ritualmente según sabemos. Disparos nutridos de paradojas, metáforas desconcertantes, imposibles, imposibles y ambigüedades, entre una gama de tropos inusuales hacen posible crear una expresión con impactantes resonancias, un vértigo que atrapa y nos administra adrenalina. No es posible ignorar una creatividad de este nivel, cuyo desplante agrede a la lógica común y vulnera los sentidos acostumbrados a lo establecido. Este poema no es ingenuo para nada, tiene ironía, cálculo, premeditación, para dejar fuera de juego al que no asimila el discurso. Hurga en la miseria moral de la sociedad pero, a la vez, nos revela algo de una intimidad fraguada en el esfuerzo de cuestionárselo todo, incluso a sí misma, pero por lo visto nunca cayó en el abismo. Hay pues muchas razones para estimar esta poesía como una de las más atrevidas propuestas de los últimos veinte años en nuestros medio.




Alguien encontró ecos de Alejandra Pizarnik y Silvia Plath en los escritos de Virginia. Había pensado que ella misma se encargaría de decirnos hasta qué punto es esto así, pero motivos imponderables le impidieron cumplir con este compromiso. Nuestro homenaje no pudo ser personal, pero lo hacemos expreso de todos modos, aunque sea un pálido testimonio de una reunión que fue dinámica, entusiasta y extraordinariamente productiva con las contribuciones de los miembros de Circulandino y los poetas mexicanos Horacio Saavedra, María Dolores Reyes Herrera y Fredy Secundino Sánchez que nos honraron con su presencia y participación. Es que el hombre propone y las circunstancias disponen.



Miraflores, 28 de junio de 2017.

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