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Un poema sobre el valor de la vida

Rodolfo Sánchez Garrafa


Hace ya algunas semanas, miembros y amigos del Círculo Andino de Cultura tuvimos la oportunidad de compartir unas horas con Hugo Nikolás Kalashnikov, poeta contracultural, músico, pintor y activista, de quien sabemos que nació en Lima (1983), habiendo estudiado producción audiovisual y publicidad, participado en recitales de grupos de coyuntura poética contemporánea, entre los que se cuenta La Papa Cósmica, Durazno Sangrando y el Grupo Parasomnia, que en enero del 2014 junto a Franco Osorio fundó el Colectivo Anarco Artístico “Ojo Perezoso”; y que, desde varios años atrás, organiza lecturas de poesía en Albazos Pisco Bar en Miraflores. 




Mostrando "La silueta de la nada"



Kalashnikov editó su primer poemario en agosto del 2012: El Libro Fascinante de la Bohemia con la editorial Poetas y Violetas. En este libro se aborda el tema de la incomprensión a dios, el desprecio a los gobiernos de sociedades tercermundistas y pobres y la discriminación al homosexualismo militar. Su segundo poemario lleva por título Oderint y los Callicantzaros (2014) que es producto de una reagrupación de escritos que dan forma a lo que él denominó su nuevo poemario inexistencialista. Su tercer libro La Juerga Life Style (2015) introdujo poemas que no acogieron los otros dos anteriores, ni el demo tape que se preparó en su momento. 


En noviembre del 2016 presentó el libro de poemas, titulado “Solución poética (Fin de la eternidad)”. Según Mary Soto, este poemario presenta un tono desenfadado y coloquial, con versos en los que su autor discurre la sociedad en descomposición a través de escenas de la vida cotidiana. Nos dice también que la poesía de Kalashnikov contiene exploraciones y rupturas formales y de fondo, con las que configura una voz transgresora e irreverente. 

Fuerza inusitada
Puedo añadir que la poesía de Kalashnikov tiene nexo profundo con su pintura en la que hay un gusto por lo rupestre, por expresiones de arcaica afectividad, esto es de tiempos primordiales. Rescato también que en su producción haya llamado la atención su cosmopolitismo, plasmado en entidades eugenésicas, además de una afinidad refinada por el anarquismo, el movimiento punk, y la contraculturalidad subjetiva e individual. 

De él ha dicho Rosina Valcárcel: “Hugo Kalashnikov es un poeta sui generis, tiene fuerza inusitada, rompe esquemas, a veces es virtualista, otras expresionista. Tiene porvenir.” 

La vida medida de todos los valores

La casi generalidad de poetas se inclina por pensar que nacemos para vivir, y que la vida es nuestro bien más importante, tanto que debemos amarla, preservarla y aprovecharla. Desde esta perspectiva, resulta sustancial reconocer que la vida es la medida de los valores, ya que todo lo que se considera beneficioso para el hombre debe, en última instancia, contribuir a la conservación y aumento de la duración de la vida, lo que deriva en una orientación cuasi ineludible de todos los empeños humanos.

Hugo Nikolás Kalashnikov, joven personaje polifacético de nuestro medio, ha escrito un poema que titula "La vida no vale nada", cuyo contenido pone en cuestión que la vida sea real y efectivamente la medida de todos los valores. Este no es asunto trivial ni uno de fácil posicionamiento. La controversia sobre el valor y sentido de la vida tiene antecedentes históricos reconocibles.

El cuerpo de la nada
Simplificando, me referiré al nihilismo, pensamiento que toma como base la negación de uno o más de los supuestos sentidos de la vida. El nihilismo no acepta autoridad ni principio alguno como artículo de fe. Según esto, el hombre debiera deshacerse de todas las ideas preconcebidas para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización, a una existencia que no gire en torno a cosas inexistentes.

Considero que no es este tipo de negación el que anida en la poética de Hugo Kalashnikov, júzgenlo ustedes mismos en su aludido poema:

La vida no vale nada

Mi aura no es roja
Detesto el color rojo
El que creó el color de la sangre debería suicidarse
Y darnos alegría.
Me gustan las águilas, y me gusta ser el ave satán, el ave maría, el ave césar y el rapaz de las banderas aristocráticas.
Ser una serpiente, un reptil creo que me gustaría más
Y ser la soledad absoluta
La bondad siempre en contra de la maldad de la biblia.
Viviría en un gran árbol, pero no de manzanas, ni prohibido
En un árbol de eucalipto, disfrutando de la naturaleza
Del sol de las cuatro de la tarde
Nadaría por un río, ondulándome el cabello
Las escamas las tengo mojadas
Y soy flexible como un negocio en un lujoso club de empresarios.
Ya sabes que el color que me gusta es el verde
Como el de los limones, como el de las hojas de la marihuana.
Las serpientes son de color verde y también son marrones
Antes de apasionarme por tu beso iniciativo
Pondré la celebración del rey lagarto en lo armonioso del parlante 
Noventero.
Suicidé a un brujo y destruí la brujería.

        Hugo Nikolás Kalashnikov (Oderint y los Callicantzaros, 2014). 

El ave satán
Cierto que en este texto se hace evidente un desencanto respecto a lo socialmente establecido y un uso sin contemplaciones de los símbolos más indexados del imaginario poético, pero habría que desbrozar los sentidos en que es posible afirmar que la vida ha perdido valor.


La desvalorización de la vida

Muchos han advertido que en nuestro tiempo crece una tendencia social cada vez más evidente: una desvalorización de la vida. Tal es así que actos recurrentes, no aislados, conspiran cotidianamente y en diversas formas contra la vida. Hoy en día, la aniquilación parece difícil de combatir. La sociedad va aceptando lentamente que la vida no tiene sentido. Poco a poco nos vamos conformando a una nueva visión de la muerte, y de la vida, a cuya defensa ya no se le otorga la importancia que alguna vez tuvo. El suicidio también va aumentando en sus índices en todo el mundo occidental, enrostrándonos el menosprecio por la propia vida.

Ernesto Sábato tiene un ensayo titulado “Nuestro tiempo del desprecio”, el cual destaca que los valores se han eclipsado mientras cunde la mediocridad. Es pertinente apoyarnos en este aserto para proseguir.

La contestación del absoluto excluyente

Del poema de Hugo Kalashnikov se desprende, precisamente, el convencimiento respecto a que la vida no es más la única medida de todos los valores. Se trata de la explicitación de una ruptura consciente, irreverente si se quiere, porque es la única manera de contradecir un absoluto al que la propia sociedad le ha quitado sustento. La exploración va por el camino de inclinarse por formas de contestación. “Me gusta ser el ave satán” cuando no una serpiente u otro reptil, “Pondré la celebración del rey lagarto en lo armonioso del parlante/ Noventero.”

Consecuente con esta toma de posición, la autoridad y el orden primordial establecidos van a ser contradichos: “Viviría en un gran árbol, pero no de manzanas, ni prohibido/ En un árbol de eucalipto”.

Pese a lo que se acaba de señalar, La vida no vale nada de Hugo Kalashnikov no parece corresponder a un desprecio contemporáneo hacia la vida, motivado por una carencia de sentido de la existencia o por una constatación de la fragilidad que caracteriza a la sociedad cada vez más inerme frente a la violencia. Encuentro más bien que un conjunto de pulsiones opuestas a Eros, se dibujan en esta poética. Diría que explicitan una realidad a la que cerramos los ojos. La vida no contiene solo principio de placer y de autoconservación sino también de autoeliminación, de retorno a lo inerte e inorgánico, como cuando escribe: “Mi aura no es roja/ Detesto el color rojo”.

Hay una paradoja que no podemos perder de vista. Eros podría haber equivocado su plan y haberse vuelto responsable del caos con su fracaso. Quizá fue un error desatar la lucha del “bien” contra el “mal”, un error el haber expulsado al príncipe de la oscuridad. “El que creó el color de la sangre debería suicidarse/ Y darnos alegría”.

El orden del “bien” está minado por sus propias contradicciones, tanto que la resistencia bien puede tomar como emblemas a las águilas, al rapaz de las banderas aristocráticas. Es que la desigualdad está profundamente metida dentro del llamado orden del bien y, por lo tanto, es esa vida enferma, la que no vale nada. Ante un orden excluyente, cabe ser la soledad absoluta, aunque sea solo para negarlo. 

Amaru & Oderint
Un nuevo orden es avizorado en el poema. Un orden refundado en el disfrute de la naturaleza, un orden que nace en los tiempos liminales, a la hora “Del sol de las cuatro de la tarde”. Este nuevo orden debe restituir el equilibrio al orbe, tiene el color verde, la flexibilidad de los emprendedores, es un mundo que no será eriazo (el río, las escamas mojadas). Un mundo verde (la serpiente, los limones, incluso las hojas de marihuana).

Son versos de algún modo iniciáticos, de una iniciación enteramente subjetiva. El poeta se ve a sí mismo en la antesala de una transformación, lo que obliga a la prueba (el suicidio del brujo y la destrucción de la brujería), solapados recursos del “bien” para contrarrestar al resistidor y sus legionarios.

Hugo Kalashnikov
Estoy convencido que Hugo Kalashnikov es un poeta original que maneja una visión amplia e ilustrada sobre el mundo y el acontecer histórico, por lo que no hace una poesía hueca, quizá sí proclive al desenfado. Es una manera de ser, por lo demás coherente con su práctica diaria y su posicionamiento social. Hallo profundidad en su pensamiento, sin impostación alguna. Si tiene que cambiar en algo, será producto de su propia maduración. De momento, Hugo Kalashnikov ya nos ha sorprendido.

Chorrillos, junio de 2017.

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