Alejandro H. Villagra Las aproximaciones a la poesía deben intentar aventurarse hasta las últimas fronteras mentales del escritor, en las que diversas experiencias de vida corren el riesgo de disolverse en la nada, o, en otro sentido, pueden poseer la virtud de reivindicarse y evocarse en su memoria álgida. Planteo esto a modo analógico de comentar este libro de poesía que involucra íntimamente el sonido del jazz. Precisamente porque si hablamos de literatura y música debemos esperar disfrutar de estimulación sónica, la liberación de las cuerdas vocales, la distención y distorsión de ciertos instrumentos de viento. La música es el placard desde el cual un poeta hace su necesaria terapia de autobienestar, paroxismo y desahogo. Exploremos el paisaje interno del poeta autor desplegando ampliamente la imaginación antropológica. El pentagrama jazzístico, según sabemos, nace en la sabana tribal de la voz de los griots africanos. El jazz es musicalmente, como sabemos, «Llamada y